Ese vientre abultado, los pechos y el sexo exagerdos, tan deforme y tan perfecta a la vez. Ya desde el sapiens los humanos fascinados por la vida, por dar símbolo a aquello esencial, a mestizar lo divino, lo humano y lo animal, a dar icono a aquello que ni las palabras podían describir. Ya en los albores de la humanidad, habitando en cuevas y vestidos con pieles los paleolíticos tenían muy clarita una cosa: un madre es una madre.
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