Las cosas no sirven siempre para lo que los mayores piensan. Un osito de peluche no es para jugar, una manta manta para taparse, un libro para leer, ni las manos de papá para abrazar o los pelos de mamá para peinarse... eso sería lógico, lo que pensaría un adulto pero no para nuestro bebé. Todo lo que está al alcance de las manos de Martí es dirigido hacia su boca. Parece que las cosas se conocen por su gusto, no por su uso. Digámosle pues, el somelier de los objetos. Y es un catador incansable, así que no pierde el apetito por el buen saber, o quizá, el buen sabor.
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