lunes, octubre 15, 2007

CAPÍTULO II. La zona de costa: Pisco, Paracas, Islas Ballestas.

De cómo conocimos a Monica y Angelo, paseamos por Paracas en el taxi de Walter, nos cebamos de cebiche y vistamos las islas Ballesta.

No eran las 7 de la mañana y ya estábamos en la Terminal de bus. Unos payasos nos sorprendieron. Cinco jubilados americanos vestidos de payaso hacían sonreír a los dormidos pasajeros. Nos enteramos que eran médicos y viajaban por hospitales atendiendo a los chicos y regalando la mejor medicina: la risa.
Fue en el autobús donde hablamos con ellos y con Monica y Angelo, una pareja italiana con la que compartimos excelentes momentos.
Hostal San Isidro, bonito lugar. Ahora nos tocaba buscar la manera de ir a la reserva natural de Paracas, conseguir pasaje de bus para el díaa siguiente a Arequipa. Entre regateos conocimos a Walter.
La excursión por Paracas en el taxi de Walter nos hizo descubrir la Costa, el desierto, los pelícanos y como no un excelente cebiche. El cielo estaba azul. El mar, más intenso, también y eso resaltaba aún más los marrones, amarillos y beiges del arena. Mar y desierto: fascinante combinación.
A la mañana siguiente teníamos prevista la excursión en barco a las islas Ballesta. La niebla cubría el mar y demoramos más de una hora en zarpar.
Navegábamos mientras un viento frío nos golpeaba en la cara. Vistamos el Candelabro, las zonas donde se extrae guano y algunas islas donde anidaban gaviotas, cormoranes, zarcillos y hasta los torpes pero simpáticos pingüinos. Sólo cuatro leones marinos se dejaron ver dormitando en las rocas.
Un nueva comida con Angelo y Monica y salimos a la Panamericana a buscar el bus dirección Ica. Ellos pensaban hospedarse en Huacachina, así que les acompañamos hasta allí. Guau! No nos lo podíamos ni imaginar. Un oasis en medio de las dunas gigantes. Allí nos despedimos.
Agotamos el tiempo volviendo a la terminal y paseando un rato por Ica. Esa misma noche viajábamos en bus hasta Arequipa. Por 3ª vez nos encontrábamos con una familia holandesa con la que mas tarde entablaríamos conversación.
Unas terribles películas nos hicieron encontrar el sueño, si es que a dormir sentado en un bus se le puede llamar dormir.

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