jueves, julio 23, 2009

Sonrisas de madrugada


Suelo tener buen despertar. Pero supongo que si un amigo o incluso Lorena me despertara cada día a las 2, las 4, las 6 de la madrugada, aunque fuera para decirme te quiero, no tardaría en pegarle un buen grito, rapapolvo o hasta llegar a las manos. Algo parecido me está sucediendo. En este caso es Martí, bebé de maldormir. Cada noche nos llama, no sólo a mí sino precisamente a su madre, pero por eso de compartir, apoyo en lo que puedo. Suenan los gimoteos, los lloros, los pedos. No os diré que me levanto repleto de alegría, ni mucho menos. A veces me entra desazón cuando tengo la sensación de que me acabo de dormir hace un instante. Pero lo cojo, pequeño entre mis manos, y lo llevo al cambiador. En ese instante sólo nos guía la luz que viene de la calle y unas pupilas adaptadas a la oscuridad. No miramos, él sonríe, se queja un poco, me hace sus carantoñas y yo me parto. Son las 4.43h pero me río. Parece un momento de locos. Las noches sin tregua dejan instantes de alegría ilógica. Son las sonrisas de madrugada. Lo dejo en brazos de su madre que lo aferra a su pecho, de donde sale leche y amor, mientras yo me apresuro a regresar a los brazos de Morfeo hasta que el deber vuelva a llamarme.

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