Entramos en la sala de parto num.1 mientras Lorena se desencajaba de nuevo por una contracción fuertísima. Ante la pregunta si queremos anestesia no hubo duda, sí. Le pusieron un cateter y despues de media hora de espera y contracciones llegó la anestesista. Me hicieron salir para ponerle la epidural. Mientras esperaba escribí el primer sms a la familia diciendo que estábamos en el hospital. Volví y pasamos las 2 siguientes horas entre charlas, secretos, caricias, alguna risa y contracciones indoloras. Como banda sonora nos acompanyaba el latido del corazón de Martí y el ritmo de contracciones que - cual sismógrafo - garabateaban trazos irregulares en una màquina de control.
Pasaba el tiempo. Le hicieron un tacto. La dilatación era buena, en poco rato había alcanzado los 10cm però el bebé seguía muy arriba. Procedieron a romper aguas artificilmente a ver si eso ayudaba. Sobre las 19.30h el efecto de la epidural se evaporaba y volvían los dolores. Llamaron de nuevo a la anestesista, también vino el médico, las comadronas, las infermeras. Todo quisqui mirando si el tema avanzaba. Al final lo tenían claro, Martí no tenía intención de bajar y pasábamos al plan B: la cesárea.
Allí empezó la parte más compleja para mi. Era una operación y no podía entrar. Además, después de tanto rato de espera, los 2 esperábamos que el peque saliera, pero no fue así. Pasé la rato entre llamadas a la familia y caminatas intranquilas en un pasillo. Quería saber, pero tenía que esperar. Llegó el padre y el hermano de Lorena. Yo entraba y salía dando notícias. Llegaron también mis padres. Finalmente el peque había salido, eran las 20.35h. Me lo dejaron 15 segundos en brazos. Mi pequeño recién nacido, tan bonito, tan delicado, vivito y coleando. Pregunté por la madre. Está bien, en un ratito saldrá, le estan poniendo las grapas. Me invadió un estado de felicidad y satisfacción. Gracias a Dios todo había salido bien.
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